domingo, 12 de mayo de 2013

El libro electrónico provoca un superávit de libros


En otros siglos el problema que tenían los consumidores voraces de libros era que no había libros, no tantos como los necesitaban. Las librerías eran características de países ricos y ciudades grandes. Pero en los países pobres y sus ciudades pequeñas también había gente que quería leer y no tenía el medio de satisfacerse.

Ahora, con el libro electrónico, las cosas han dado un giro radical. Los libros ya no faltan, no: sobran. Constantemente están apareciendo en la red, y gratis, más y más libros. Ediciones agotadas, libros pasados de moda, que ya quedaron en el olvido o que nunca llegaron físicamente a determinado país, poco a poco van renaciendo en la red por obra gracia de internautas que creen conveniente digitalizarlos y ponerlos al alcance de millones de lectores.

El resultado de ese fenómeno no ha de agradar mucho a los editores y a los lectores los confunde. Quien tiene un Kindle o algún aparto similar, constantemente está metiéndole libros que halla gratis en la red y que llaman aunque sea un poco su atención. Y lo que resulta de ello es que cada día está empezando a leer un libro diferente y pocas veces termine uno. El problema de que haya mucho que leer es que el libro no tiene que medio gustarle al lector para que lo termine: si no le fascinan las primeras páginas puede pasarse a otro.

Para los editores la sobrepoblación de libros gratis en la red representa un serio problema: los lectores poco pueden pensar en comprarse un libro cuando ese tipo de “productos” son fáciles de encontrar en la red gratis. Cierto que la cultura gratis es algo bueno, mucho mejor que el hecho de que no haya cultura, pero negocio, lo que se dice negocio, no es.

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