viernes, 24 de mayo de 2013

Los musulmanes no han cambiado desde el Sitio de Viena

Cuando en septiembre de 1683 el duque de Lorena y el rey de Polonia Juan III Sobieski vencieron a los musulmanes a las afueras de Viena, pusieron fin a las aspiraciones de éstos de apoderarse de Europa y someter a todo infiel -todo el que no fuera musulmán- a la esclavitud o al cuchillo de Alá.

Los musulmanes habían avanzado por Austria exhibiendo una crueldad espeluznante, degollando a mujeres inocentes con el objetivo de avisar a los vieneses lo que les esperaba cuando capturaran la capital del imperio de los Habsburgo. La batalla duró dos meses y fue tan cruel como se esperaba. Precisamente por eso, el emperador Leopoldo I huyó como un cobarde antes de que los soldados de Alá se aparecieran por Viena.

En aquella batalla, primero se pensó que triunfó Austria, después que el Papa y finalmente que Europa, pero ahora sabemos que triunfó la libertad. Occidente poco a poco fue encaminándose a ser una sociedad libre, con tolerancia religiosa y ajena a muchos prejuicios, lo que ha provocado que la gente viva más feliz. Nada estaría como ahora sí los musulmanes se hubieran apoderado de Austria y luego de toda Europa.  

Una vez que entendieron que por la vía de la guerra no dominarían a los cristianos, que su armamento era obsoleto y que el poderoso Imperio Otomano estaba en franca decadencia, los musulmanes se quedaron quietos en sus trincheras, pero aún anhelando conquistar el continente europeo. Tiempo después cambiaron de estrategia: optaron por la colonización.

Hoy hay más de 50 millones de adoradores de Alá regados por toda Europa, Ámsterdam es ya casi considerada una ciudad musulmana, poco a poco van imponiendo sus costumbres y adaptando al continente a sus designios. El propio Muamar el Gadafi lo reconoció: la misión que tienen es dominar Europa sin usar las armas.

Su colonización no sería tan preocupante si ellos quisieran la paz, pero su actuar deja claro que sus intenciones son otras. Allá en sus países, donde viven algunos cristianos, los acosan constantemente y los sentencian a muerte por delitos insignificantes, básicamente sólo por ser lo que son, cristianos.

Pero ellos sí pueden vivir en Europa tranquilos, prósperos, felices y planeando quién sabe que cosas macabras. Los que anteayer en Londres degollaron a un joven militar al grito de “¡Alá es grande!” y amenazaron al infiel con la terrible frase “nunca estarán a salvo” se parecen mucho a los que hace más de tres siglos llegaron degollando a Viena. El pretexto es el mismo, se sienten agredidos por quienes se defienden de sus agresiones y se desquitan con cualquier infeliz al que jamás en su vida han visto. ¿Qué les puede importar la vida de inocentes si a fin de cuentas son infieles?

La imagen de un terrorista con las manos manchadas de sangre y aún sosteniendo los cuchillos con que llevó a cabo el macabro acto, mientras amenaza con más terror, debería de encender las alarmas. Su intención, la de ellos, no es convivir en armonía con el infiel -si eso fuera sería perfecto-, su intención, la que han dejado en claro muchas veces, es someter o exterminar al infiel. Occidente no puede ser tan tonto.

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