En los últimos días, los gobiernos de México y
Venezuela han reconocido el desabasto de varios productos
de primera necesidad, junto con la consecuente e ineludible realidad de tener que llevarlos de otro
lado. Ambas situaciones, aunque similares, tienen orígenes muy diferentes e
igual de diferentes son las soluciones que les darán los respectivos gobiernos.
México enfrenta al desabasto debido a dos fenómenos naturales
que ya desde el período presidencial de Felipe
Calderón le daban guerra al país. El primero es la sequía que golpea a los
mexicanos desde hace ya varios años, la misma que ha mermado la producción agrícola
y la de carne de res. Aunado a ello, una plaga obligó a los granjeros a
deshacerse de millones de pollos, disminuyendo con ello el abasto de carne y de
huevo.
Enrique Peña Nieto ha decidido enfrentar la crisis de
la única forma posible: quitando los aranceles para que los productos entren al
país a precios accesibles para la población.
En Venezuela el desabasto tiene orígenes muy diferentes
a los de México. La oleada de expropiaciones de la era chavista ya está
costando cara a la población. El temor al gobierno hace que el capital escape,
y con ello la producción de casi todo disminuye. El hecho de que empresas públicas
entren al relevo no ayuda en mucho. Por un fenómeno ya conocido desde los
tiempos soviéticos, el Estado no es bueno para producir, sólo para gastar.
La respuesta que ha dado Nicolás Maduro a la crisis es
muy diferente a la que dio Peña Nieto. Él ha conseguido de sus países amigos,
Argentina, Brasil y Uruguay, los productos que de momento tanto requiere la
población.
Peña Nieto de un plumazo ha dejado a los empresarios
la tarea de resolver la crisis, y Maduro se la ha cargado al Estado, lo que
viene a ser comunismo y capitalismo operando en aras de las necesidades de los
pueblos.
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