La prometedora carrera política en México de Humberto Benítez Treviño, hasta ayer procurador
federal del Consumidor, terminó estrepitosamente no por corrupción, como
pudiera pensarse debido a la fama del país, sino por un berrinchito de su hijita.
El pasado 26 de abril, la hija del funcionario, Andrea Benítez, fue a un restaurante de
la ciudad de México, donde tuvo que apuntarse para que le asignaran una mesa
debido a que el establecimiento estaba lleno. Cuando por fin una mesa se
desocupó, fue asignara a personas que llevaban más tiempo esperando que ella.
Pero hasta allí pudo tolerar la hija del exprocurador,
porque poco después, funcionarios de la Procuraduría Federal
del Consumidor (PROFECO), subordinados de su padre, fueron a clausurar el
establecimiento. A ver si para la otra tienen más mesas o dejan una libre para
cuando vayan hijos de políticos poderosos.
El caso se hizo público y los funcionarios
involucrados fueron suspendidos de sus funciones, menos el padre de la que armó
todo el lío. El hombre se negó a renunciar argumentando que en esos días estaba
enfermo y que por lo tanto él no pudo ordenar el cierre del restaurante. Pero en su
lugar lo ordenó su hija.
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