Algunas esculturas son celebres en el mundo por su perfección
y el gran logro del artista que eso significó, pero existen otras que todavía
sorprenden más porque, para la época en que fueron realizadas, debieron de ser
trabajos sumamente complicados, tanto que aún las rodea el misterio, sobre todo
cuando no se conocen datos exactos sobre cómo fueron hechas.
El Caballero
de Bronce en San Petersburgo
Sobre El
Caballero de Bronce sí se conoce su complicada historia. Fue una obra
encargada por la zarina devorahombres Catalina II de Rusia al escultor francés Étienne-Maurice
Falconet, en 1770, para homenajear al zar Pedro el Grande. Tanto la escultura ecuestre del emperador como la famosa
Piedra del Trueno que le sirve de
pedestal fueron verdaderas proezas.
La piedra, de 1500 toneladas, fue trasladada con los
mecanismos rudimentarios de la época desde su emplazamiento original en Lakhta,
cerca del Golfo de Finlandia, hasta San Petersburgo. La escultura, de seis
metros de altura, fue un logro no menor. Los arreglos necesarios para su
fundición llevaron años junto con sus consecuentes experimentos fallidos. Todavía en el
proceso de pulirla el artista invirtió varios años más. Doce en total.
La última de las proezas fue la posición final de la
escultura. El caballo está encabritado, por lo que sólo sus patas traseras
descansan sobre la piedra, lo que significa un logro también para la ingeniería
de la época.
Indudablemente, los egipcios fueron de los mejores
escultores de la antigüedad, si no es que los mejores. Su arte es tan valioso
que no por otra cosa ha sido saqueado durante siglos. Las esfinges, de sus
mejores logros escultóricos, se hallan por el mundo, ya sea en museos o en
manos de particulares. La que nunca se llevaron es la Gran Esfinge de Guiza,
quizás por lo costoso que representaría moverla de su lugar.
Se trata, por su monumentalidad, de uno de los mayores
logros escultóricos de la antigüedad. La roca original era un solo monolito, y
la escultura mide 57
metros de largo por 20 de altura. Su antigüedad no ha
sido comprobada aún. Lo menos que podría tener son 7.000 años y lo más 15.000.
Los moáis
de la Isla de
Pascua
Los famosos moáis envuelven a la isla donde se
encuentran en un completo misterio. Son más de 600 esculturas en un pequeño
territorio de 163 kilómetros
cuadrados, cuyo origen continúa siendo demasiado incierto. Se cree que fueron
esculpidos entre los siglos XII y XVII como monumentos fúnebres por una cultura que habitó la isla, y derribados años después muchos de ellos por otra que la sustituyó.
Aunque no se trata de esculturas estilizadas, la
monumentalidad de algunos moáis evidencia la colosal obra que significó su
construcción. Y precisamente el hecho de que sean rostros esquemáticos les ha
abierto un lugar preferente en la decoración contemporánea. Son infinitamente
reproducidos en todo el mundo por su similitud con algunas corrientes escultóricas
de la actualidad. El más grande que existe, el Moái Paro, que actualmente se encuentra derribado y dividido en
tres partes, medía once metro de altura y pesaba 80 toneladas.
El dios Tláloc
de México
Los habitantes del pueblo de San Miguel Coatlinchán, en el Estado de México, tuvieron como una
especie de divinidad a una monumental escultura del dios prehispánico Tláloc, de
168 toneladas (lo que da una idea de lo que costó a los antiguos mexicanos
hacerla). La escultura se hallaba en el campo, semienterrada, hasta que por
decreto presidencial fue llevada a la ciudad de México, para que fuera expuesta
a las afueras del Museo Nacional de Antropología e Historia.
Aunque el Estado les prometió a los lugareños que se
los devolvería pronto, éstos opusieron una enorme resistencia para impedir que
se lo llevaran, incluso el ejército tuvo que intervenir. El traslado se realizó
el 16 de abril de 1964, y, algo que muchos interpretaron como un castigo de Tláloc,
que es el dios de la lluvia, ese día llovió tanto en la Ciudad de México que se inundaron
varias colonias.
El gobierno mexicano jamás cumplió su promesa de
devolver la escultura a San Miguel Coatlinchán, pero en el 2007, por obra de
particulares, una replica hecha de concreto fue colocada en una plaza pública
del pueblo.
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