El proyecto le fue encargado a Wright por un
empresario de Pittsburg, Edgar J.
Kaufmann, para que fuera su casa de campo en un bosque lleno de rocas en el
condado de Fayette, Pensilvania, en la primera mitad de los años 30s.
Wright, que ya era un arquitecto famoso y tan
caprichoso y atípico como él solo, según se cuenta no le hizo mucho caso al
proyecto, mas cuando su cliente lo amenazó con una visita inmediata a su
estudio, diseñó la casa en dos horas.
El diseño ya desde el principio contradecía una de las
peticiones del cliente, quien solicitó a Wright que la casa estuviera cerca de
una pequeña cascada que se hallaba en el terreno y no encima de ella. Pero Wright
lo convenció de que era mejor así.
La construcción se inició en 1936 y provocó un
problema tras otro. Wright experimentaba sin ningún escrúpulo en sus proyectos,
sin importarle qué tan caros les salieran sus experimentos a sus clientes. Los costos
de edificación de la Casa
de la Cascada
se elevaron como la espuma. Casi arruinaron al dueño.
Los actuales admiradores de Wright le disculpan esas
faltas argumentando que al ser el iniciador de una corriente arquitectónica e
inventor de nuevos métodos constructivos tenía que hacer esos experimentos que
tantos problemas le causaron a lo largo de su vida y que tan caros salen hoy en
día para mantener de pie sus construcciones.
El proyecto final de la Casa de la Cascada retomó ideas
rectoras de las famosas casas de la
Pradera , que tan famoso habían hecho a Wright años atrás. Pero
en esta ocasión el arquitecto se arriesgó más aún, ya que sus volúmenes volando
en el espacio dejaron de ser sólo losas para convertirse en terrazas con las
cuales Wright quería dejar constancia de su talento como diseñador de
estructuras.
La obra también es un claro ejemplo de la arquitectura
orgánica, mediante la cual Wright tomaba en cuenta a la naturaleza que rodeaba
sus construcciones y no la eliminaba, sino que la integraba a ellas.
En los elementos de ornato, el arquitecto, fiel a su
costumbre, no utilizó más que las famosas esculturillas estilo japonés que
tanto le gustaban y que incluía de forma a veces estéticamente arbitraría en
sus proyectos.
El resultado final de la construcción fue un monumento
de fama mundial pero totalmente inútil como vivienda. La Casa de la Cascada se hizo famosa en
cuanto terminaron de edificarla, pero fue totalmente inhabitable. El dueño, Kaufmann, no podía dormir por el ruido
de la cascada y por el rechinar de las riesgosas estructuras que Wright había implementado,
aparte de que tenía que soportar a los admiradores del arquitecto que se
dejaban caer por allí para ver su magna y poco funcional obra.
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