miércoles, 19 de junio de 2013

Arde Brasil, pero no por el fútbol

En todo el mundo se preveía un Brasil absorbido por la pasión en los días que corren, el fútbol en ese enorme país sudamericano es cosa sería, es la alegría de la gente, lo que la entristece o lo que casi la mata de felicidad, según le vaya a su Selección en un torneo importante.

La celebración de la Copa Confederaciones allí suponía de antemano un acontecimiento de gran relevancia. La Selección Brasileña tendría la posibilidad de medirse en casa y rodeada de su público a España, Italia y al siempre peligroso para ella México, que en las pasadas olimpiadas le arrebató la medalla de oro de las manos.

El gobierno también esperaba con ansias el evento. Económicamente la Copa Confederaciones es muy rentable: hoteles, restaurantes, bares y demás llenos a reventar, un derrame económico nada desdeñable y un ensayo para la Copa del Mundo que se avecina.

No obstante, Brasil sí está ardiendo, pero el fútbol ha pasado a un segundo plano. Las protestas de inconformes con el sistema en varias ciudades tienen al gobierno de cabeza, justo ahora que se esperaba fueran días de alegría y festejos.  

Y precisamente por la fecha que escogieron los indignados, saltan prontas varias preguntas: ¿por qué justo ahora?, ¿se trata de un movimiento espontáneo o de un proyecto minuciosamente planeado para sabotear el evento?

Sea lo que sea, lo cierto es que el gobierno brasileño se las está viendo canutas con la ola de protestas. En otro momento habría sido algo muy serio dada la magnitud, pero en plena Copa Confederaciones, con aficionados y periodistas de todo el mundo presentes en el país, la cosa es sumamente alarmante.

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