En
la época actual a quedado muy lejos el derecho de pernada, o los azotes como
medio de estimulación para que los empleados rindan más, entre otras muchas
tristes formas de desgraciarle la vida a quien poco o nada tenía que se usaban
en siglos pasados. Ahora las leyes protegen fieramente a los obreros, aunque en
muchos casos los estimulen a ejercer con descaro la pereza, sobre todo si se
trata de un descomunal sindicato.
Por
lo tanto, aquél que en la actualidad de la nada construye una empresa no puede
ser, del todo, un déspota explotador. La realidad invita a pensar que es alguien
que ha sabido perder el miedo al fracaso, que empieza a trabajar cada día mucho
antes que otros y que, gracias a infinidad de esfuerzos, ha logrado el éxito.
Sin
embargo, en muchos países todavía se utiliza la expropiación de empresas,
argumentado las cosas más absurdas. Abundan los políticos que anhelan el poder,
absoluto, para lograr darles una lección a los empresarios que, según ellos,
viven como reyes a costillas de la sangre de sus empleados.
En
décadas pasadas, fanáticos genocidas se dieron gusto cometiendo infinidad de
atropellos contra quienes tenían un patrimonio. Estas bestias consideraban un
crimen poseer bienes. Y quienes los tenían muchas veces eran echados de su
país, sin nada, dejando atrás lo que tanto trabajo les había costado. Eso,
claro, en el mejor de los casos, porque en el peor se podía pasar toda la vida
en una prisión o comparecer ante un pelotón de fusilamiento.
Se
puede, por lo anterior, cuestionar el verdadero móvil de tantos genocidas que
aún hoy son adorados en todas partes del mundo. Ellos, y sus adictos, han
argumentado que procedieron al ver el deplorable estado de las masas por
consecuencia de la avaricia de los empresarios explotadores. Pero, ¿es eso
realmente cierto?
La
historia nos demuestra que tales argumentos son absolutamente falsos. Infinidad
de inocentes, muchas veces niños, han perecido en genocidios disfrazados de
justicia social. Los verdaderos móviles de tantas atrocidades muchas veces no
han sido otra cosa que el odio y la envidia. El Zarévich Alexis de Rusia era sólo un niño desahuciado cuando fue
cobardemente asesinado por los fundadores de la Unión Soviética.
Un acto aterrador, sin duda, pero más aterrador es que a Alexis se le podrían
sumar otros cien millones de inocentes asesinados en la búsqueda de un mundo
mejor donde no habría hombres libres que crearían empresas y darían
empleos.
No
se puede negar que muchos que se dedican a la política lo hacen porque en otros
sectores se han encontrado con el fracaso en cada puerta donde han tocado. La
evidente realidad nos muestra que muchos servidores públicos carecen de la más
mínima capacidad para producir algo. Por el contrario, aquél que levanta una
empresa sin duda tiene más capacidad que la mayoría, capacidad y valor porque
hay que arriesgar a veces el poco patrimonio que se tiene. No es de extrañar
entonces que muchos políticos al proceder a expropiar una empresa, exiliar a un
empresario, meterlo a prisión o mandarlo asesinar, han ocultado detrás de un
discurso sobre los horrores del capitalismo su envidia a aquéllos que han
demostrado ser mejores.
Lamentablemente
la naturaleza del Estado les da a sus integrantes un poder contra el que no se
puede muchas veces combatir por más injusticias que genere. Y uno de los más
terribles errores de una sociedad es poner precisamente ese poder en manos de
personas que buscan la forma de herir al prójimo porque desprecian su ser
mismo. El Estado debería de estar integrado no sólo por las personas más
capaces, sino también por aquéllas que están dispuestas a ejercer con
responsabilidad el poder que se les ha puesto en las manos, sin traumas, sin
prejuicios y sin envidias.
Pero
lamentablemente las personas más capaces, tanto intelectual como moralmente,
con frecuencia descubren que se pueden ganar la vida sin la necesidad de fingir
que trabajan ni robando descaradamente el dinero de otros. Por eso el poder del
Estado siempre termina en manos de los que no ha podido o no han querido
participar en el sector privado donde sin valor y conocimientos no se sube ni
un solo peldaño. Y lamentablemente estas personas en lugar de tener un
reconocimiento para los que han tenido el valor de hacer lo que ellos no, les
han guardado un odio incomparable por esa misma razón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario