sábado, 29 de junio de 2013

El Estado, un mal necesario

Cualquier persona sensata, si hace un breve análisis acompañado de una reflexión, comprendería que muchas de las calamidades que padece una sociedad, son consecuencia de la existencia del Estado.

Un país donde los funcionarios públicos no son muy corruptos ni muy avaros, tampoco puede evitar tener problemas difícilmente solucionables y que son generados por el Estado. La realidad es que podría afirmarse que en la mayor parte de los países del mundo el Estado causa muchos más problemas de los que soluciona.

Cualquiera podría decir que, tomando en cuenta lo anterior, el Estado no debería de existir. Lamentablemente, ése es un lujo que una sociedad no se puede permitir.
La existencia del Estado es necesaria, tanto que sin él la anarquía reinaría y las libertades no podrían existir. Es imprescindible que existan leyes, bien pensadas y justas para que todos y cada uno de los ciudadanos tengan derechos y puedan disfrutar de la libertad actuando de acuerdo a su elección.

La libertad es el tesoro más preciado que puede tener una persona inteligente, y para poseerla es necesario soportar al Estado. Éste, cuando mejor funciona, es guardián de la libertad al impartir la justicia y procurar seguridad, pero también es poco fiable y bastante caro. 

Entendiendo que no se puede prescindir del Estado, es necesario limitar su poder lo más posible, porque entre más poderoso sea, más daño causará a la causa de la libertad. Muchos pueden pensar que un Estado poderoso en un país democrático, con un nivel cultural de la población alto, funcionaría muy bien. Eso es totalmente falso, mientras el Estado tenga éxito en su afán de abarcarlo todo, solo causará problemas e impedirá el desarrollo del país, y eso puede ocurrir en cualquier parte del mundo, en países ampliamente desarrollados o tercermundistas.

Es un terrible error pensar que cuando en un país surge una crisis económica es necesario tener un Estado muy poderoso para que todo lo solucione utilizando el método de Robin Hood.  Lo que realmente hace falta en esos casos es libertad para los emprendedores, que son los que terminan generando la gran mayoría de empleos.

Si el Estado es el poderoso, solucionará la crisis a su modo, el único medio a su alcance: quitándole a unos y dándole a otros, sin voltear a ver si a quien se lo quita le hace falta o si quien lo recibe lo merece. En cambio, si los poderosos en el momento en que se viene la crisis son los emprendedores a quienes arduo trabajo les ha costado lo que tienen, responderán dando empleos, y de esa forma quien recibe beneficios los merecerá.

Es fundamental comprender que las funciones que lleva a acabo el Estado, buenas o malas, lo obligan a cometer actos imposibles de calificar como moralmente correctos. Esto se debe a que el Estado es un voraz consumidor de dinero, siempre consume más de lo necesario, y, por otro lado, no es por sí solo una fuente de recursos. Por lo tanto, entre más limitadas sean sus funciones, más facilidad habrá de evitar su terrible despilfarro.

Es por ello que todo el poderío del Estado debería de estar enfocado a la impartición de justicia, sin discriminar a nadie, y a garantizar la seguridad de los ciudadanos. Esa tiene que ser su principal función, y por la cual las personas libres y emprendedoras toleran su existencia. Aquel que es libre, que confía en sus capacidades y tiene el valor de luchar por sus sueños y correr los necesarios riesgos, no pide al Estado más que justicia, que viene a ser, en cualquier lugar del mundo, la hermana inseparable de la libertad. 

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