miércoles, 19 de junio de 2013

¿Se atreverá Peña Nieto a privatizar PEMEX?

Para los mexicanos el petróleo es como el reloj del abuelo: lo más sensato sería venderlo, pero por cuestiones sentimentales no es posible. En México la nacionalización del famoso oro negro, llevada a cabo por el presidente Lázaro Cárdenas allá por 1936, es un logro nacionalista similar a la independencia de España o al triunfo del famoso general Zaragoza sobre las tropas francesas.

Los mexicanos no se preocupan de que la privatización haya puesto el petróleo en manos de unos cuantos, con la concesión de privilegios enormes a los miembros de un sindicato corrupto y muy poderoso. No piensan tampoco en que consumen gasolina muy cara, aun cuando es subsidiada por el Estado. Nada de eso tiene importancia. La privatización hecha por Cárdenas quitó un recurso nacional a los ladrones gringos y a los no menos ladrones ingleses y lo devolvió al pueblo. Punto.

De ahí que todos los candidatos a presidente de México tengan que repetir hasta el cansancio durante la campaña “PEMEX no se vende”. Pero después, cuando ya ocupan la presidencia, salen con que “no estaría mal analizar bien la situación”.

Todos los políticos más o menos sensatos de México saben que PEMEX en manos públicas, como ocurre con cualquier empresa, ha sido un fracaso, que con inversión extranjera la empresa se modernizaría y que sería más costeable para el país. Pero hablar de privatizar el petróleo en México es lo mismos que autonombrarse traidor a la patria. Sería quitarle a los mexicanos su sustento para dárselo a los gringos, los enemigos por antonomasia de los pobres.

Varios presidentes han barajado la propuesta de privatizar, pero no han hallado cómo decírselo al pueblo y que el pueblo lo acepte. Los panistas Vicente Fox y Felipe Calderón se quedaron con las ganas. Al primer intento o mención de privatizar PEMEX, la izquierda, que en cualquier país quiere que todo sea del Estado aunque no produzca nada, les organizó tal campaña para hacerles fama de vendepatrias que los hizo desistir de su propósito.

Enrique Peña Nieto, por lo visto, también quiere privatizar el petróleo, pero ha tenido que empezar el proceso por afirmar que no quiere hacerlo, por las cuestiones de popularidad que obligaron a sus antecesores a decir lo mismo. ¿La pregunta es si dejará sus pretensiones allí o correrá el riesgo para modernizar a su país a costa de ser considerado un vendepatrias?

Finalmente, lo que los mexicanos quieren es vender su petróleo. Y si es así, es mejor que quien lo saque del suelo sea una empresa extranjera con sus propios recursos, y no el Estado con los impuestos del pueblo y con un error tras otro, como le ocurre cada que se mete de empresario.

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