En México existe una leyenda urbana muy presente en la
actualidad que tiene sus antecedentes históricos en el lejano siglo XIX, según
la cual, parte de la sociedad supone que el presidente Enrique Peña Nieto no gobierna, sino que obedece órdenes de uno de
sus antecesores.
En el turbulento siglo XIX mexicano, el general Antonio López de Santa Anna tuvo una
enorme influencia en el país por varias décadas, fue tantas veces como quiso
presidente y cada que se fastidiaba de gobernar se retiraba a su
hacienda a descansar y dejaba en su puesto a un interino que se ocupaba de
ejecutar sus órdenes.
Muchos años después, tras finalizar la revolución, el expresidente
Plutarco Elías Calles protagonizó el
período conocido en México como el Maximato,
durante el cual él era el hombre más poderoso del país sin ser presidente. Varios
de sus sucesores se limitaron únicamente a ejecutar con fidelidad sus órdenes,
hasta que llegó al poder Lázaro Cárdenas
y no queriendo ser un subordinado más lo expulsó del país.
Esos dos antecedentes tan celebres en la historia
mexicana han propiciado que el expresidente Carlos Salinas de Gortari sea visto como un Santa Anna o un Elías
Calles más. Salinas dejó el poder en 1994 y poco después el país entro en una
crisis económica devastadora. Y aunque no hay pruebas de que Ernesto Zedillo,
su sucesor, haya sido su subordinado, sino su férreo enemigo, la creencia
popular señala que Salinas nunca ha dejado de ser el hombre más poderoso de México
desde que abandonó la presidencia.
Con la llegada de Enrique Peña Nieto al poder, un priísta
igual que Salinas, la creencia se acentuó más. Para millones de mexicanos no
hay duda alguna: Peña es un títere y Salinas es el verdadero presidente detrás
del escenario.
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