Históricamente se atribuya por parte de los militantes
de izquierda de todo el mundo un odio descomunal hacia el catolicismo. La principal
religión cristiana es considera por los izquierdistas el brazo fuerte del
imperialismo, una droga con que se somete a las masas y se les obliga a servir
a los imperios sin protestar; los representantes de ésta, son vistos como
esbirros hambrientos de poder que usan a Cristo para vivir como reyes a costa
de las sangre de los más oprimidos, llamándose pastores mientras sirven al
imperialismo más salvaje.
Durante el pasado siglo, en las dictaduras comunistas
que brotaron por todo el mundo, a los católicos les fue peor que en la antigua
Roma. Fueron perseguidos, torturados, desterrados, encarcelados y desde luego
asesinados. El comunismo, que pretendía crear a un hombre nuevo, no admitía al
catolicismo como elemento ideológico en ese invento suyo. Y se dio a la tarea
de erradicarlo. El resultado fueron matanzas atroces que en algunos casos sólo
sirvieron para que los dictadores fueran defenestrados o para que el mundo
aislara a regimenes tal salvajes.
Pero eso ocurrió en el siglo XX, porque en el nuevo, y
cuando menos en América, ese elemento de odio al catolicismo parece haber sido cercenado
del componente ideológico izquierdista. Impacta ver cómo algunos de los representantes
del socialismo del siglo XXI -con el fallecido Hugo Chávez por delante- se han dejado ver concentrados en
conmovedores momentos de oración, como si fueran la Madre de Teresa de Calcuta.
Como Chávez era tan fiel devoto, su heredero, Nicolás
Maduro, no podía ser menos. Él hasta ha visto a su maestro en una capilla, trasformado
en pajarito chiquitico, y cree fielmente que Chávez tuvo que ver, por
intermediación directa ante el mismísimo Jesús
de Nazaret -porque al comandante seguro que Él no le negaría una audiencia
nada más llegara al cielo-, en que el sudamericano Jorge Mario Bergoglio fuera elegido Papa.
Otro católico de la Hoz y martillo es Rafael Correa,
alumno aventajado de Chávez que no encuentra contradicción alguna entre ser
izquierdista y seguidor de Cristo.
Podría creérseles a estos celebres políticos que dicen
la verdad. Pero hay motivos para pensar que son sólo hipócritas. Es raro que Chávez,
seguidor, admirador e imitador del ateo Fidel
Castro haya sido tan cristiano como decía que era.
A Castro no le importó revelar que era ateo porque no se apoderó
de su isla por la vía de los votos. Pero los socialistas del siglo XXI
necesitan votos para pasar a vivir como reyes, votos de católicos, a fin de
cuentas. Allí es donde está el detalle…
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