En 1943, la escritora rusa-estadounidense Ayn Rand, publicó una novela titulada El manantial, que al poco tiempo llegó a
ser un superventas. El protagonista de la novela, un arquitecto llamado Howard Roark, llevó a cabo en solitario
una lucha desesperada para que la arquitectura moderna se impusiera a los por
tantos siglos repetidos edificios neoclásicos, góticos, neogóticos, renacentistas
y de varios otros estilos.
Roark al final triunfa y la arquitectura moderna
desplaza a los órdenes clásicos, pero
eso sólo ocurrió en la ficción. La realidad es muy diferente aún en estos
tiempos. Es cierto que arquitectos como Le Corbusier, Frank Lloyd Wright, Ludwig Mies
van der Rohe y otros de igual fama, lograron construir edificios en todo el
mundo que correspondían fielmente al estilo moderno y que rompían de tajo con
el pasado. Pero paralelamente a esta corriente, la arquitectura clásica se
siguió edificando en todas partes.
A principios del siglo XX, aquéllos viejos estilos que obedecían
a proporciones arraigadas por siglos y que no dejaban de tener una belleza
admirable, por anacrónicos que fueran, iniciaron un proceso de degradación estética
que ha empeorado cada década. Las proporciones y la pureza de cada estilo se
perdieron, y el resultado de ello fueron edificios, en su mayoría viviendas de
lujo, con una total ausencia de estética y producto de un gusto deplorable.
Hoy en día aún se construyen replicas del famoso
Partenón, pero como parte de una mezcolanza de estilos a veces indescifrable,
en viviendas llenas de objetos de ornato que se caracterizan cuando no por una
insufrible saturación, por una total desintegración.
En esta vivienda “contemporánea” se ve claramente la influencia
(en rojo) de la arquitectura clásica, más propiamente del Partenón, aunque las
proporciones ya no son las mismas.
En el caso de esta mansión, enfatizada por dos elegantes leones
de bronce, también puede verse una reinterpretación del Partenón como el
elemento más sobresaliente de su fachada.
Aquí la influencia de la arquitectura clásica es muy
discreta, pero en el volumen que salen de la losa, se aprecia perfectamente un
frontón, una autentica analogía en miniatura de un edificio de la antigua Grecia.
En esta casa de estilo postmoderno también puede
encontrarse el frontón del Partenón, incluso sostenido por dos columnas. Aunque
el elemento es muy discreto, la analogía con la arquitectura clásica es perfectamente
identificable.
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