martes, 25 de junio de 2013

No existe la forma de apretarle los tornillos al Estado

Es fácil suponer que la burocracia es un mal controlable, que siendo el Estado un producto de la sociedad, ésta tiene la posibilidad de exigirle moderar sus gastos y mejorar su funcionalidad. Pero eso no pasa de una mera suposición, las sociedades siempre actúan de una forma que le permite al Estado ser el de siempre, una maquina de consumir dinero y un pésimo solucionador de problemas.

La gran ventaja que le permite a un gobierno se nefasto e irresponsable, es que no todos quieren lo mismo de él. Algunos lo ven como un salvavidas que todo lo puede y debe de solucionar. Y sobra decir que a los políticos eso les cae de maravilla, porque tienen la posibilidad de, con el pretexto de atender las demandas de la sociedad, hacer crecer al monstruo del que forman parte.

Si una sociedad se pusiera de acuerdo, definiera lo que quiere del Estado y exigiera que éste se limitara a esas funciones, entonces sí habría una forma de apretar lo tornillos a esa maquinaría infernal, pero como tal cosa es imposible, es el Estado quien decide cuáles serán sus funciones y hasta dónde va meterse en la vida de los ciudadanos, lo que no deja de ser, se le mire por donde se le mire, una desgracia.

Suponer que el Estado sólo es un monstruo incontrolable en un país paupérrimo y que es fácil hacerlo trabajar eficientemente en los países más o menos prósperos y democráticos es un grave error. España es un ejemplo de ello, entró en una terrible crisis en el 2008 y apenas ahora, cinco años después, el Gobierno ha dicho que llegó el tiempo de que los políticos se sacrifiquen perdiendo parte de sus privilegios. Lo bueno que es prioridad del Estado salir de bache económico, de lo contrario pospondrían esa medida que tanto les afecta hasta el 2030.

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