Muchos se preguntan por qué el uno de diciembre pasado
volvió el PRI a la presidencia de México, si fue en el pasado una dictadura y el
país se ha democratizado un poco, se ha hecho tolerante a la libertad de
expresión y el gobierno convive y negocia con la oposición como otras
democracias. La respuesta es sencilla: el PRI fue una dictadura que tomó la
precaución de cambiar de dictador cada seis años, y de ese pequeño detalle se
deriva su supervivencia hasta la actualidad.
Analistas de todo el mundo consideran la dictadura del
PRI una rareza. Ya con el simple hecho de que los dictadores hubiesen aceptado
gobernar sólo seis años está claro que lo fue. Por lo común, una vez que un dictador se
apodera de una jefatura de Estado, no lo mueven más con un cuartelazo o muerto.
Pero los priístas aceptaban que su posición del hombre más poderoso del país duraría
un sexenio, no más, que estarían impedidos para recobrar el poder años después
o para destapar a un pariente suyo.
En sus más de setenta años en el gobierno de México -y
contando-, el PRI también experimentó con diferentes corrientes ideológicas. Hubo
en la presidencia desde comunistas radicales hasta neoliberales también
radicales. Y ésa es otra de sus rarezas, porque las dictaduras o son de
izquierda -lo más común- o son de derecha, así nacen y así desaparecen, con
apenas algunos cambios.
El PRI en sus inicios, cuando todavía ni ese nombre
tenía, estuvo integrado por comunistas tan afines a la URSS como después serían
Castro y los suyos. Al pasar los a{os la ideología de sus presidentes se
moderó. Con Gustavo Díaz Ordaz -presidente de 1964 a 1970- incluso parecía
que la dictadura dejaría para siempre la izquierda atrás y se volcaría hacía la
derecha. Pero su sucesor, Luis Echeverría, volvió a implementar políticas de izquierda que sumieron al país en una crisis, la que se prolongó por dos
sexenios más.
El libre comercio entró a ser un punto fuerte del priísmo
con Carlos Salinas de Gortari. Él se caracterizó por impulsar un gobierno
neoliberal, exitoso aunque lleno de corrupción –de izquierda o de derecha el
PRI era corrupto, en eso no cambiaba-. El sucesor de Salinas, Ernesto Zedillo, fue
un continuador de las políticas neoliberales. Lamentablemente el progreso del
país no pudo tener continuidad debido a que sus discordias personales los
llevaron a provocar la famosa crisis de 1994, que dejó al país en el esqueleto.
Pero a estas alturas, el PRI ya era de derechas, línea
ideológica en la que continúa actualmente con Enrique Peña Nieto, después de haber sido, hace más de ochenta años,
la izquierda más radical.
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