El mejor futbolista del mundo ha sido imputado en
España por fraude fiscal, se le acusa de deberle a Hacienda más de cuatro
millones de euros. Y lo que se acumule. Mientras se demuestra si es culpable o
inocente, conviene analizar si lo que hizo -si es que lo hizo- es algo
realmente malo, muy aparte de que sea delito.
El Estado, en cualquier parte del mundo, subsiste en
gran medida con los impuestos que determina que el ciudadano debe de ingresar a
sus arcas. Se supone que ese dinero es para brindar a la ciudadanía,
principalmente, justicia y seguridad, entre otras cosas. Mas nunca se
compromete a dar buenos resultados, y si lo hace no pasa nada si no cumple.
Lo más común es que el Estado meta la pata, que la
montaña burocrática que lo integra cometa injusticias y errores al por mayor,
que se equivoque y se vuelva a equivocar en asuntos de suma importancia, con
gastos enormes por los que nadie responde. Pero aun así, aquéllos que lo
componen se reservan el derecho de atribuirse privilegios, de trabajar pocas
horas al día, de descansar dos días a la semana y de tener un sueldo nada
desdeñable. Todo como compensación por ser parte de un sistema terriblemente
ineficiente y por demás costoso.
Pero si el Estado puede cometer faltas cada día, el
contribuyente no. En este caso Lionel Messi está siendo acusado de no querer
darle al Estado lo que su trabajo le costó. El hombre, es cierto, tiene un gran
talento, quizás como producto de un obsequio del Altísimo, pero no sólo eso le
ha dado su fortuna, también importa la disciplina, la constancia, el
compromiso, el trabajo, el levantarse de madrugada y perderse fiestas, entre
muchas otras cosas.
A Messi labrarse lo suyo le ha costado mucho, y el
Estado es dueño de una parte de eso con méritos a medias. Si es que los hay. Para
el Estado obtener dinero es muy fácil, sólo necesita determinar el porcentaje
que le toca y ofrecerle al contribuyente un medio de entregárselo. A cambio,
naturalmente, no entrega garantías de nada.
Cierto es que no pagar el dinero que nos ha sido
prestado, por ejemplo, constituye un acto inmoral, pero en este caso la cosa es
diferente, aquí no hay tal préstamo, aquí probablemente la víctima es Messi.
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