Casi todas las personas -que leen- tienen un libro,
uno solo, que es su favorito de entre muchos. Las novelas suelen ser las
mejores candidatas a ser los libros favoritos de alguien, probablemente porque
a las personas les gusta refugiarse en la ficción para dejar a un lado, aunque
sea por cortos espacios de tiempo, su realidad.
También los libros de autoayuda suelen ocupar ese
importante espacio en la vida de una persona. Muchas veces alguien lee un libro
de este género en el momento en que más lo necesita, y de esa forma se convierte
en un icono en su vida, en su libro de cabecera.
El entender cómo un libro de autoayuda llega a ser el
favorito de alguien puede resultar fácil. Pero un poco más complejo sería el caso de una novela.
La gente puede tener una novela como la obra que más
le gusta por varias razones. Algunas personas se van por “lo bien escrito”, otras por la “interesante
historia”, o “los personajes agradables”.
Pero muchas veces ocurre que el lector fantasea con vivir
allí, con ser parte de esa historia, ya sea sustituyendo al personaje que más
le gusta o ser incluido como uno más, igual de importante que el protagonista.
Con el fenómeno de Harry
Potter, millones de niños y no tan niños soñaron con poseer su varita mágica,
tener aventuras como las del célebre personaje y ver a los muggles con desdén.
Sucesos así muy seguramente han ocurrido durante toda
la historia de la literatura. Habrá habido muchos que soñaron con rescatar a Robinson
Crusoe, con acompañar a Don Quijote, o hallar el tesoro que cambió la vida de Edmond
Dantés, así como mujeres con deseos de sustituir a Elizabeth Bennet en la vida Fitzwilliam
Darcy.
Cuando un libro llega a causar tal efecto en una
persona, muy probablemente es su obra favorita. Y ese efecto sólo lo causan las
obras con final feliz, con héroes justicieros o aventureros exitosos. Las novelas
llenas de crímenes y de malos nada carismáticos, pocas veces pueden hallarse como
favoritas de una persona. Quizás los lectores sólo se enamoran de la ficción
cuando está llena de actos nobles, y tratándose de la maldad prefieren
horrorizarse con la realidad, que siempre supera a la ficción.
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