A grandes rasgos, Arabia Saudita es una monarquía
absolutista donde el rey es omnipotente y la constitución que le inspira sus
decisiones es el Corán. Los gobernantes son los hijos del primer rey y fundador
del país, Abdelaziz bin Saud, quienes
se heredan, de momento, el poder de hermano a hermano y no de padre a hijo,
como en otras monarquías. El actual rey es Abdalá
bin Abdelaziz, el quinto hijo de su padre en ostentar la dignidad real.
Aunque es un país rico gracias a sus riquezas
petroleras, en Arabia Saudita las libertades son muy pocas, sobre todo para las
mujeres, quienes ni siquiera tienen derecho a conducir un automóvil. Los estrictos cánones
de vida que impone el Islam allí se aplican a rajatabla. No hay partidos políticos,
códigos, u otro tipo de leyes específicas que ayuden a dirimir los problemas.
En un país así, incrustado en conductas medievales,
las libertades que significan las redes sociales son un peligro. Por eso el
gobierno ha optado por implementar un sistema de seguridad mediante el cual
cualquier usuario de Twitter para registrarse tendrá que hacerlo con sus
verdaderos datos y dejar atrás el anonimato.
De esta forma, aquél que tenga la osadía de
criticar al rey y a su muy poderosa dinastía recibirá la visita de las
autoridades en poco tiempo.
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