Si en Sudamérica el partido de fútbol que más pasión
despierta es el de Argentina contra Brasil, del centro al norte del continente
americano lo es el de México contra los Estados Unidos. Cada que estas dos
selecciones se enfrentan captan la atención de millones de espectadores que ven
el encuentro como un asunto de honor, de dignidad y revestido de un enorme
patriotismo.
Allá por los años 90, México era el terror del equipo
estadounidense, el águila azteca solía desplumar con crueldad y relativa
facilidad al águila calva. En esos tiempos México obtuvo el titulo, que aún
conserva con dificultades, de Gigante de
la CONCACAF ,
porque a todos los equipos de la zona solía suministrar humillantes goleadas
tanto en la eliminatoria mundialista como el la Copa de Oro.
Pero en el cuarto partido del mundial Corea-Japón 2002
algo cambió. México fue echado del torneo por el equipo estadounidense al
derrotarlo por diferencia de dos goles. Ahí también se dejó conocer un futbolista
al que los mexicanos han querido linchar más de una vez: Landon Donovan.
Del 2002 al 2011,
Donovan ganó gran fama en su país por meterle una importante cantidad de goles
a México y por celebrar con irreverencias ante los aficionados mexicanos, tanto
que éstos alguna vez se vengaron coreando en un parido el nombre del mismísimo
Osama Bin Laden.
El orgullo de los aficionados mexicanos fue
terriblemente herido en esos tiempos. Su equipo siempre perdía o cuando
mucho empataba contra su odiado rival. Los jugadores se esmeraban, terminaban
los juegos físicamente acabados, pero no lograban vencer al equipo que en esa
era estuvo dirigido por Bob Bradley.
Los aficionados llegaron a hacer famosa una frase que decía: “Jugamos como
nunca y perdimos como siempre”.
La revancha mexicana empezó en la final de la Copa de Oro 2009, donde le
proporcionó una terrible goleada de 5-0 al quipo estadounidense, para rematarlo
poco después en el mítico e imponente Estadio Azteca, ya dentro de la
eliminatoria mundialista, con una derrota ya más modesta de apenas 2-0.
Nuevamente en una final de la Copa de Oro, en el año 2011,
México, blindado por sus figuras, donde destacan la estrella del Manchester United,
Javier Hernández,
y el veloz e impredecible Giovani dos
Santos, derrotó 4-2 a
Estados Unidos en uno de los mejores partidos que se han visto en la historia
de ese torneo, donde Dos Santos remató a los “gringos” con el que sin duda
alguna sí es el mejor gol que se ha marcado en copas de oro.
Fue entonces cuando los directivos estadounidenses se
cansaron de las nuevas y humillantes derrotas sufridas ante México y cambiaron
a Bob Bradley por el alemán Jürgen
Klinsmann. Éste se puso manos a la obra para hacer rápidamente un equipo
anti-México. En su debut logró empatar con los aztecas, lo que ya fue
considerado como un logro. Y el año pasado, cuando México acababa de obtener la Medalla de Oro en Londres,
en un partido amistoso el águila calva se la picoteó en pleno Estadio Azteca, al
imponerse los Estados Unidos con un modesto marcador de 1-0, siendo ésta la
primera vez que le ganaba a México en esa cancha.
Esta noche la guerra se vuelve a repetir. En partido
de la eliminatoria mundialista, México se enfrentará a Estados Unidos nuevamente
en el Estadio Azteca con un predecible lleno total. Para los pocos aficionados
estadounidenses, México es un molesto equipo que a veces derrota y otras
humilla en fútbol al país que más logros ha cosechado en la historia en
muchos deportes. Para los muchos aficionados mexicanos, en el fútbol se les
da la única posibilidad que tienen de humillar a un país al que por motivos históricos
no quieren. Y desean repetir esa humillación cuántas veces sea posible.
Los partidos entre México y Estados Unidos, amistosos
u oficiales, son una guerra que afortunadamente sólo dura poco más de noventa
minutos. De durar más acabarían matándose.
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