Francisco sigue demostrando cuán diferente es de otros
ocupantes de la silla de Pedro. Sus muestras de humildad y su deseo de estar
allá donde más necesitan de un pastor se han ido convirtiendo en actos
rutinarios en El Vaticano. La más reciente noticia de este peculiar Papa es que el Jueves Santo oficiará la
Santa Misa en una cárcel.
Si bien es cierto que Francisco no es el primer Papa
que acude a una cárcel. Pío VI murió
como prisionero de los franceses, Juan
Pablo II, muchos años después, fue a la cárcel a perdonar a su verdugo, Mehmet Ali Ağca, y, no hace mucho, Benedicto XVI repitió el procedimiento
para perdonar a Paolo Gabriela, el mayordomo
que lo traicionó.
Pero el acto de Francisco sin duda no tendrá tanta
trascendencia, y menos si sigue acostumbrando a los fieles a que ese tipo de
cosas son comunes en él. Irá a la cárcel para menores Casal del Marm, donde oficiará la
Santa Misa y posteriormente doce presos harán
la función de apóstoles a los que él Papa, emulando a Jesús de Nazaret, les lavará los
pies.
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