La figura del Papa ha pasado, de ser el hombre más
poderoso del mundo hace siglos, a ser una muy conocida, muy difundida, muy
idolatrada y muy respetada figura meramente simbólica. El Papa ya no tiene
poder sobre las naciones, no puede dar órdenes, se limita a hacer exhortos que
casi nunca son atendidos, porque da la casualidad que los más poderosos países
del mundo, Estados Unidos, China, Rusia, Japón, Reino Unido, ni siquiera están
gobernados por católicos.
No obstante, el Papa es una figura importante en el
mundo. Y su importancia se la debe a dos factores: a su pasado glorioso como
rector de naciones y a los 1.200 millones de fieles católicos que existen. El
Papa es el más importante líder religioso que existe. Su figura, a nivel
mundial, está muy por encima del Dalái Lama, el gran rabino de Israel, el
arzobispo de Canterbury, el patriarca de Constantinopla, el papa de la Iglesia Copta , el patriarca de
Moscú y de todas las Rusias y otros muchos líderes de religiosos.
De otra manera, no se podría explicar la lluvia de
poderosos que se dejó caer en El Vaticano con motivo de la misma de inicio de pontificado del papa Francisco. Muchas de las
personalidades que se dieron cita allí probablemente ni siquiera se plantearon
la posibilidad de asistir al funeral de Hugo Chávez hace apenas unos días.
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