Un papa puede ser aficionado al fútbol, sus funciones como
pastor de 1.200 millones de seres humanos no se lo impiden, lo que sí salta a
la vista es que es un poco extraño, a un pontífice se le relaciona con la
seriedad, la oración, la disciplina, y no con un deporte que congrega a miles
de personas en un estadio donde le gritan al arbitro y a miembros del equipo
rival toda clase de improperios.
Pero el papa Francisco, junto con otros cambios que ha
mostrado el papado desde su advenimiento, también se ha hecho célebre por ser
un gran aficionado a este deporte. Y cómo no serlo si es argentino. En su país
viven el fútbol con una pasión sorprendente y él no pretende ser la excepción.
Este día, después de oficiar la misa ante 250 mil
fieles, mientras caminaba por la
Plaza de San Pedro, al Papa le regalaron una camisa del
equipo de sus amores: el San Lorenzo. No se la puso, se habría visto un poco
extraño llevándola junto con la indumentaria papal, pero quizás en la comunidad
de sus aposentos tiene pensado no perderse un solo partido del equipo que tanta
pasión le despierta. Porque es pastor, pero también es aficionado. Puede serlo,
no hay ley que se lo impida.
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