Hace diez años el entonces presidente de los Estados
Unidos, George W. Bush, invadió Irak
para defenestrar a un dictador que llevaba décadas encabezando una tirana
dictadura que tenía al pueblo sumido en la miseria.
Echar a Saddam
Husein de Bagdad resultó fácil para las tropas estadounidenses, incluso su
posterior captura y ejecución, pero la invasión desencadenó una masiva
solidaridad de musulmanes dispuestos a viajar a Irak y dejar el pellejo
luchando contra el invasor. Esa resistencia que se ensaña contra el propio pueblo iraquí como si éste fuera el culpable
de todo, perdura hasta la actualidad. Hoy, a un día del décimo aniversario
de la invasión, conmemoraron quitándole la vida a 65 inocentes.
Desde la mañana, en diferentes puntos de Bagdad,
coches bomba y otros artefactos explosivos empezaron a hacerse oír y sentir. La ola de
atentados recorrió la milenaria capital sembrando terror y muerte.
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