El Papa Alejandro
VI, el último hispano en ocupar la silla de Pedro hasta la llegada de Jorge Mario Bergoglio, pese a que fue
un tirano, apoyó muchas veces a los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, en la
cuestión de las nuevas tierras descubiertas por Cristóbal Colón. Era malo, pero era español y sentía un poco de
lealtad hacia los monarcas de Castilla y Aragón.
Quizás recordando esa parte importante de la historia,
Cristina Fernández de Kirchner, en su entrevista con el Papa Francisco, le ha
pedido su mediación para con el Reino Unido en el delicado asunto de las islas
Malvinas. Ahora que su compatriota y viejo enemigo es un hombre muy influyente,
la presidenta ha decidido sacarle provecho.
Pero hay dos cosas importantes que convierten la
petición de Cristina en un acto meramente simbólico, cuando no innecesario: en
sus tiempos, finales del siglo XV y principios del XVI, Alejandro VI era
probablemente el hombre más influyente del mundo, y uno de los más poderosos,
Francisco, por su parte, tiene mucho menos poder a su alcance; y, por otro
lado, los ingleses no son católicos, una petición del jefe de la Iglesia católica puede
resultarles hasta desagradable y puede incluso estropearle las futuras
relaciones al Papa con el Reino Unido.
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