No se sabe qué tan adentro del corazón tiene Nicolás Maduro a su maestro Hugo Chávez. Finalmente, la muerte del
caudillo le dará la gran oportunidad de llegar al poder quién sabe por cuánto
tiempo.
Si Chávez hubiera sobrevivido, Maduro habría sido, en el mejor de los casos, por
muchos, muchos años un segundón. Chávez, cuando aún no padecía la enfermedad
que lo mató, llegó a mencionar fechas muy alejadas de la actualidad para
retirarse del poder, tanto que a partir del día de su muerte todavía le faltaba
más de una década en la presidencia.
Y Nicolás Maduro a fin de cuentas es un hombre, y un
hombre al parecer con muchos defectos. El egoísmo es algo muy común en el ser
humano. El estar por encima de los demás, sobre todo en la política, es el
sueño de cualquiera. Los líderes izquierditas no son una excepción. Adoran lo
vistoso, lo caro, los monumentos en su honor y permanecer en el poder por
muchos años.
No se puede dudar que Maduro, en vida de Chávez,
deseaba ser el hombre más poderoso de Venezuela, para lo cual Chávez era un obstáculo.
Pero, lo quisiera mucho o poco, habla de él como si fuera un niño que perdió a
su padre. Ya los medios hace días contaron las miles de veces que ha mencionado
su nombre.
Y continúa haciéndolo. No hay aparición pública de
Maduro en la que no mencione al desaparecido caudillo. Menos mal que la campaña
por la presidencia finaliza el 14 de abril, porque si le faltaran varios meses,
Maduro terminaría por olvidar todo el español que sabe y su léxico se limitaría
a dos palabras: Hugo Chávez.
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