Ante el reciente calentamiento del conflicto entre
Corea del Norte y Corea del Sur, con la inminente amenaza incluso a los Estados
Unidos por parte del régimen norcoreano, México ha pretendido ponerse como
arbitro al instar al dictador Kim
Jong-un para que ponga un alto a sus pretensiones de guerra.
La cancillería mexicana emitió un comunicado en el que
no sólo invita a Corea del Norte a bajar el nivel de belicosidad al conflicto, también
llamó a las otras dos partes, Corea del Sur y Estados Unidos, a buscar los
medios necesarios para que la tensión se resuelva de forma pacifica.
Pero mientras el ejecutivo federal de México trata de
guiar a la paz cargando tímidamente más responsabilidad en el conflicto a Corea
del Norte, el gobierno de este país publicó los elogios que recientemente recibió
su dictador, Kim Jong-un, por parte
del Partido del Trabajo, un partido minoritario y de cargada ideología izquierdista
en México.
Esta es de las pocas veces que México pretende
erigirse como arbitro en un conflicto internacional tan lejos de sus fronteras.
La última vez que la diplomacia mexicana tuvo una participación muy activa y
significativa en un conflicto fue de carácter más local. El presidente Felipe Calderón fue un
importante mediador en el conflicto que enfrentó a Álvaro Uribe y Rafael Correa
en marzo del 2008, cuando el ejército colombiano penetró a Ecuador para dar
muerte al líder de las FARC, Raúl Reyes.
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