Dejando a un lado a los papas, quizás desde la muerte
de Winston Churchill no se había
visto nada igual. La única diferencia es que cuando murió Churchill los pésames
a Inglaterra llegaron de todas partes, incluidos los países que eran gobernados
por personajes que no compartían su forma de pensar, en cambio, con Chávez, los
homenajes más sensibles son por parte de gobernantes que comparten su ideología.
Cuando muere un expresidente a veces la noticia apenas
sale de su país, y cuando lo hace uno en funciones las cancillerías se limitan
a enviar una nota con las “más sentidas condolencias”, a menos, claro, que se
trate del presidente de los Estados Unidos. El último en morir en funciones allí
fue Kennedy y eso movió y conmovió al mundo.
Pero Chávez no era el presidente de una superpotencia,
sin embargo, la reacción de otros líderes mundiales por su defunción se asimila,
por lo menos en el bando izquierdista, a la que tuvieron las muertes de Kennedy
Y Churchill.
Países como Argentina, Cuba, Ecuador, Brasil,
Nicaragua y desde luego Bolivia, le han dado a la muerte de Chávez el carácter de
tragedia nacional. Evo Morales ha
hablado del acontecimiento con visibles indicios de haber llorado, y Cristina Fernández de Kirchner se ha
visto enormemente conmovida.
Barack Obama,
ya con carácter más protocolario, también ha lamentado la muerte de Chávez y ha
expresado su apoyo a Venezuela. Quizás el líder americano que menos derroche de
conmoción hizo fue Enrique Peña Nieto.
Se limitó a dar el pésame a la familia y a los venezolanos vía su cuenta de Twitter.
De fuera de América, en países como Rusia a Irán, muy
ligados a Venezuela, sus mandatarios también se han rasgado las vestiduras por
el impacto del acontecimiento y han definido a Hugo Chávez con un líder único y
extraordinario.
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