A mediados de enero pasado ya Hugo Chávez y su hermética
estancia en Cuba habían dejado de ocupar las primeras planas. Todo –hasta Barack
Obama en su momento- con el tiempo llega a aburrir al espectador. Y cuando Benedicto XVI anunció que abandonaría
su puesto como pontífice, todos los medios de comunicación se giraron hacia él.
Durante las últimas semanas la renuncia del Papa y el cónclave
del que habrá de salir su sucesor fueron las noticias más buscadas. Al mismo
tiempo, Chávez se fue recorriendo o desapareciendo en las páginas de los
diarios, con un ligero resurgimiento en el momento en que volvió a Venezuela.
Pero cuando el cónclave que está empezándose en El Vaticano acaparaba casi por completo
la atención de los espectadores, Hugo Chávez murió. Y para darle simbolismo a
la fecha, lo hizo el mismo día en que hace sesenta años murió Iósif Stalin, un hombre con el que
mucho tuvo en común.
Ahora es el cónclave al que le toca recorrerse en las
páginas de los diarios. Pero quizás cuando haya un nuevo Papa los espectadores se
giren hacia él y se olviden del recientemente fallecido presidente de venezolano.
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