En la primera votación del Cónclave para escoger al sucesor de Benedicto XVI y próximo ocupante de la silla de Pedro, celebrada
hace unas horas, salió, como estaba previsto, humo negro. Esta primera votación generalmente sirve para que los
cardenales sepan quienes de entre ellos gozan de mayores simpatías.
Mañana habrá, de ser necesarias, cuatro votaciones, y
es previsible que desde la primera ya no verán los príncipes de la Iglesia el regadero de votos que muy
probablemente arrojó el escrutinio de hoy. Los cardenales que ya, con la
primera votación, afianzaron posiciones, en las de mañana seguramente van a
aparecer mejor posicionados.
No conviene a la iglesia católica que se prolongue
mucho el Cónclave. De ser así, se correría el rumor de que el nuevo Papa no
gozará de las simpatías de muchos cardenales, quienes finalmente serán sus “gobernadores”
alrededor del mundo. Un Cónclave largo dejará entrever que hubo una dura lucha
dentro de la Capilla Sixtina y que
algunos purpurados tuvieron que ceder en sus posiciones.
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