martes, 12 de marzo de 2013

Si en El Vaticano sale humo negro, en Venezuela salen chispas


Si las discusiones que pueden suscitarse entre los cardenales -que también son candidatos- para la elección del nuevo Papa serán para siempre, o cuando menos por siglos, desconocidas para el mundo, las que se suscitan en Venezuela para elegir al sucesor de Hugo Chávez ya alcanzaron tintes dramáticos.

Todo empezó con la acusación de Henrique Capriles hacia Nicolás Maduro de utilizar el funeral de Chávez como campaña -lo que es evidente- y la puesta en duda de la fecha de la defunción. El antiguo chofer de metro se puso furioso y lanzó terribles amenazas diciendo al mismo tiempo que no eran tales. ¿Cómo serán, entonces, sus amenazas?

Maduro, seguro como está de no ganarle a Capriles si no es con el cadáver de Chávez como estandarte, ya se declaró hasta hijo del presidente muerto. Cualquier descalificación del opositor hacia él, lo interpretará como un insulto a Chávez, a la familia de Chávez y a la memoria de Chávez, y después invitará a todo el pueblo venezolano a odiarlo con todo su corazón, en memoria de Chávez.

Capriles sabe que para ganar tiene que destapar muchas verdades y hacer que los venezolanos las entiendan. Y a eso va a dedicarse de aquí hasta el 14 de abril. Mientras tanto, ante cada crítica, Maduro reaccionará llamándolo fascista y amenazándolo con esa pequeña constitución del tamaño de un llavero con la que incluso juran el cargo los presidentes venezolanos -versión atea de la costumbre que tienen los presidentes de Estados Unidos de jurar con una Biblia, Biblia de tamaño natural y apta para un ceremonia seria, aunque también las hay del tamaño de un llavero-.

La campaña por la presidencia de Venezuela no se caracterizará por el respeto entre los contendientes y los discursos moderados. Será una guerra de descalificaciones, de verdades y mentiras, con una intensidad propia de una campaña corta donde compiten ideologías políticas irreconciliables.

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