jueves, 7 de marzo de 2013

¿Cómo hacer que los consumidores paguen por el libro electrónico?


Ésa debe de ser la pregunta que escritores y editores se hacen todas las noches. La era del Internet ha generado un abundante consumo gratuito primero de música, luego de películas y ahora de libros.

Algunos opinan que si las editoriales vendieran sus libros electrónicos en presentaciones decorosas y a precios razonables no habría tanta piratería. Otros señalan que es un problema de la sociedad, debido a que los internautas no están educados para pagar por lo que consumen.

Indudablemente esos dos factores tienen una enorme importancia. Pero siempre habrá problemas si se pretende cobrar religiosamente dinero por cada copia de un libro descargada. Aunque haya precios bajos, que ya los hay, y libros extraordinarios en formato electrónico, que también los hay, más una educación desde las escuelas enfocada a enseñar a pagar por los contenidos de la red, siempre habrá listillos dispuestos a apoderarse de ellos sin remunerar por ello.

El problema principal es la pretensión de cobrar exclusivamente dinero por el producto. Algunos editores y escritores renuncian a toda posibilidad de cobrar por sus libros aforrándose a la otra posibilidad de obtener promoción cada que su libro es descargado gratis. Quien lee un libro y le gusta, puede comentarlo en las redes sociales, y eso a la larga puede resultar mucho más beneficioso que si ese lector hubiera pagado un euro por el libro sin hacer sobre él el menor comentario.

Vistas las circunstancias actuales, es imposible lograr que todos los lectores paguen por los libros electrónicos. Pero puede considerarse un gran éxito el hecho de que diez mil bajen un libro sin pagar por él y provoquen con sus comentarios en las redes sociales que otros mil, que entienden que todo producto conlleva un trabajo en su elaboración y que vendiéndolo subsiste el creador, lo compren.

Lo anterior lo han entendido ya muchos escritores y algunos editores, que ponen sus libros o una parte de ellos gratis para que los lectores los conozcan y decidan después si vale la pena comprarlos. Ése es un bien recurso para promocionar un libro, y a fin de cuentas promocionarlo es el paso más difícil en el proceso de venderlo.

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