Hace dos años cualquiera habría jurado que Hugo Chávez, joven aún en cuanto a políticos se refiere, enterraría, y
con honores chavistas, a Fidel Castro,
su héroe, su mesías, su padre ideológico, su maestro y quién sabe qué más. Tanto
lo llegó a admirar que se apropió del grado de “comandante” por motivos exclusivamente
simbólicos, como un homenaje a Castro y para él bañarse de revolución.
Pero murió primero Chávez. Cosas de la vida. Y Castro
no ha podido despedirlo con honores y pronunciar un prolongado discurso como
aquél viejo en el que instaba a los niños cubanos a “ser como el Che”. Ni siquiera
se permitió la posibilidad de plantarse con su uniforme verde olivo delante del
féretro de su discípulo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario