viernes, 1 de marzo de 2013

Libros electrónicos y la publicidad irracional


Desde que empezaron a ganar fama los lectores para libros electrónicos, ya sea el Kindle o similares, se ha mecho mucho énfasis en las ventajas que traen aparejados, que son bastantes, pero también se les atribuyen características que en realidad, si se analizan bien las cosas, no tienen utilidad alguna.

Que con un Kindle se pueden leer libros muy baratos o gratis es muy cierto, es una de las ventajas del aparatito, como también que se puede adquirir un libro en un minuto sin tener que ir a la librería por él, con el riesgo incluido de quedarse con las ganas de leerlo porque está agotado.

Pero, pasando a las exageraciones que acompañan a esas tabletas, una de las características que tienen y que más se promociona es su amplia memoria. De nada sirve que se puedan almacenar 5.000 libros que el dueño del Kindle no va a poder leer. Quizás una biblioteca con el mismo número de volúmenes sirva como elemento decorativo en una casa, pero los libros electrónicos son físicamente inexistentes, de nada sirve a alguien tener los que no piensa leer.

Podría argumentarse que en una tableta se pueden almacenar los libros no de una sola persona sino de toda una familia. Pero ese argumento no es nada sólido. ¿Cuánto tiempo dura un teléfono móvil o una computadora portátil? Bien cuidados tal vez cinco años. Y es probable que un lector para libros electrónicos dure más o menos lo mismo.

Además, es difícil que lo use toda una familia ya que en período vacacional tendrían que turnárselo todos los usuarios, lo que no resultaría muy agradable, aparte de que no faltarían las caídas que le acortarían la vida útil.

Indudablemente, las tabletas para leer libros electrónicos son una verdadera maravilla, mas eso no garantiza que todo lo que se dice de ellas es bueno. Casi todas sus características son para hacer rápido el proceso de comprar un libro y agradable el proceso de leerlo, pero otras sin duda están de más.

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